Rodeé la cabaña protegido por la oscuridad hasta que
pude ver, a través de un hueco en la pared, lo que ocurría en la habitación en
la que oí a Miércoles.
La vi sentada en una silla junto a una mesa, atada,
con varios cortes y moratones.
Me hervía la sangre.
No había rastro de los captores, tanteé la pared hasta
que hallé otro agujero bastante grande para meter la mano. Agarré fuerte y tiré
hacia mí.
La madera de la pared estaba tan mal que casi ni
crujió al tirar del tablón hacia fuera. Se partió como si fuera simple corcho.
Me asomé al interior, Miércoles estaba justo en frente de mí, y vi que en la mesa
había un bloc con notas, un bolígrafo y varias herramientas que asumí se usaban
para sacarle la información que fuera a quien fuera.
Otra vez comprobé que no hubiera moros en la costa, me
colé por aquella brecha en la pared y fui directo a soltar a mi querida
hermana. Corté sus ataduras y la abracé, hice un gesto de que estuviera en
silencio y se quedara sentada.
-Quédate aquí, si parece que sigues atada no te harán
nada- le susurré al oído, le di un cuchillo, que escondió rápidamente en su
manga- si llega el momento sé que podrás defenderte. Te quiero.
-Gracias-fue lo único que pudo articular mientras
lloraba y sus lágrimas caían por sus mejillas golpeadas y cruzaban sus labios
partidos.
-Estos hijos de perra sabrán lo que es cabrearme.
Apreté los dientes y me acerqué a la puerta. La
estancia donde estaban todas aquellas personas durmiendo seguía en la penumbra,
sólo se oía alguna respiración pesada. Parecía que aquella gente no estuviera
en su mejor forma.
Al otro lado había una puerta en la que no había
reparado, me acerqué y escuché a través de ella, parecía que alguien se
acercaba despacio.
Me oculté detrás de la puerta, oí que era un solo hombre,
tal y como entró le cogí por la espalda y le agarré por el cuello con el
cuchillo apretado contra su piel.
-Como des la alarma te corto el cuello ahora mismo.
Dime quiénes sois y por qué habéis secuestrado a esta chica. Ahora- exigí con
evidente enfado- o te rebano en pedacitos.
-Vale, vale, tranquilo, oye, yo no he hecho nada, sólo
me han dicho que le eche un ojo. –La verdad es que me pareció que hablaba con
sinceridad, parecía muy asustado, lo cual era normal, no había nadie en
kilómetros a la redonda, o eso parecía. Solté el brazo y le agarré por el
hombro, amenazándolo aún con el cuchillo, que bailaba en mi mano cerca de su
cara-Somos un equipo de exploración, nuestra base está a varios kilómetros al
sur, buscábamos provisiones y supervivientes por esta zona.
-No sé si debo creerte, ¿cuántos sois? ¿por qué la
habéis golpeado?- Le miré desafiando, él sabía que la respuesta debía ser
clara- Como no me lo digas te sacaré los ojos.
-Somos cuatro, te he dicho que somos un equipo de
exploración, no sé por qué la habrán golpeado, yo he estado fuera arreglando
uno de los vehículos ligeros, lo juro.
Le di un golpe y le dejé inconsciente, le até y le
puse detrás de la puerta. Luego me aventuré a través de la misma. Había dos
habitaciones más, una de ellas abierta, era una cocina vacía, sólo había unos
pocos restos de la cena de aquella gente. Me acerqué y me guardé un par de
trozos de pan y carne asada en la mochila envueltos en un trapo. Miércoles estaría
hambrienta al acabar esa aventurilla, y yo más aún. Al salir oí a alguien hablando,
algo sobre que era tarde. Parecía que se habían ido a dormir y montaban guardia
por turnos.
Entreabrí la puerta y vi que había alguien sentado
frente a una fogata, de espaldas a mí. Un poco más allá había un par de catres
con dos más dormidos.
-Parece fácil, mejor ir con ojo- me dije.
Sigilosamente me puse detrás de aquél hombre y le puse
el cuchillo en el cuello.
-Silencio. Como digas algo pierdes el cuello- dije-
ven, despacio y sin armar escándalo.
-Vale, tranquilo, no hemos hecho nada- dijo el hombre,
asustado.
Salimos de la estancia y, ya en el pasillo, cerré la
puerta.
-Tu compañero no ha sabido explicarme bien qué estáis
haciendo aquí, ni por qué habéis capturado y torturado a la chica. Ni quién es
esa gente de la otra sala- vi, a través de su mirada, que no estaba ni la mitad
de asustado que lo que intentaba hacer parecer. Le agarré por el cuello y le
puse el cuchillo en un ojo- te lo saco si no respondes adecuadamente.
-Tío, sólo estábamos buscando provisiones, el otro día
pasamos por una vieja estación de servicio y unos locos salieron disparados en
un coche que montó una escandalera, se habían llevado todas las provisiones y
tuvimos que buscar más- me explicó el tipo- y no hace mucho alguien nos atacó,
mató a un compañero mío, Frank, era un buen tío. Luego huyó, pensábamos que
ella podía tener algo que ver, no hay nadie más cerca. Sobre la gente de la
otra sala… No son gente, son prisioneros y los llevamos de vuelta a nuestra
base al sur, esperamos que la mayoría sigan vivos al llegar.
De pronto me dio un codazo. No lo vi venir. Me tiró al
suelo y le di una patada, él respondió a mi golpe echándose atrás y luego saltó
sobre mí. El ruido del forcejeo despertó a los compañeros del tipo y salieron
corriendo a ver qué pasaba. Me agarraron entre los tres y me sacudieron hasta
quedarse a gusto, luego me llevaron donde Miércoles. Al verme llegar contuvo la
respiración.
-Dejadnos –dijo aquél tipo, que parecía ser el líder-
le voy a explicar un par de cosas a este tío.
-Si jefe –dijeron los otros dos.
Salieron y cerraron la puerta, el jefe me miró. Estaba
atado al otro lado de la mesa, frente a Miércoles.
-No sabes cómo disfruté haciéndole esto a la pequeña –dijo
burlonamente, mientras me miraba fijamente con una sonrisa despreciable y se
ponía en cuclillas junto a Miércoles- gritaba tanto… Casi temí que llamara la
atención de alguien.
-¿Qué quieres? ¿Nos encadenarás como a los demás y nos
llevarás a tu base? Debes ser un héroe para los tuyos.
Miércoles levantó la cabeza, miró al tipo y le hundió
el cuchillo en el cuello tan rápido que no supe ni reaccionar, me quedé
plantado viendo como su expresión cambiaba hacia el miedo y el dolor.
-No grité tanto, gilip**s –le dijo Miércoles al oído
mientras salivaba sangre y sus ojos perdían el poco brillo que habían tenido-
no volverás a tocarnos a mí ni a mi hermano –Le temblaba la voz al decirlo, a
la vez retorció el cuchillo y lo hundió más.
Se levantó y se encaró con la puerta, se volvió hacia mí, me soltó y me besó en
la mejilla.
-Ahora vuelvo, hermanito.
-¿Pero qué…? ¡Agh…! –se oyó viniendo del final del
pasillo, al poco volvió con las manos y la ropa manchados completamente de
sangre.
-Ven, hermanito, vamos a curarte esas pupas, no
queremos que se te infecten –dijo, sonriéndome.
Me desató y me llevó fuera. Estaba amaneciendo,
subimos a uno de los buggys y volvimos a nuestro campamento. Al llegar me hizo
tumbar en las mantas, me cubrió hasta el cuello y volvió a encender el fuego.
-¿Estás bien? –dije, mirándola. Estaba como ida.
-Claro que estoy bien, hermanito, eres tú quien se ha
hecho pupa –me dio la sensación de que estaba en shock.
-Tú también tienes pupas. Deja el fuego, ya hemos
llamado la atención de muchos. Deberías dormir.
Me miró, miró al fuego, volvió a mirarme, con ojos
cansados y tristes, apagó el fuego y se acurrucó a mi lado, se tapó y se durmió
al instante, aún cubierta con la sangre de aquellos completos desconocidos,
como si no fuera nada.
-Buenas noches, hermanita –le dije, acariciándole el
pelo.
-Buenos días, porque es de día –susurró- gracias por
salvarme.